Capítulo 8: La Liberación Del Estado

Gary North

Narrated By: Fernando Sanchez
Book: La Liberación Del Planeta Tierra
Topics: ,
Library:

00:00
41:22

Subscribe to the Audiobook

iTunes Google Spotify RSS Feed

Chapter Text

Oye ahora mi voz; yo te aconsejaré, y Dios estará contigo. Está tú por el pueblo delante de

Dios, y somete tú los asuntos a Dios. Y enseña a ellos las ordenanzas y las leyes, y muéstrales el camino por donde deben andar, y lo han de hacer. Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez. Ellos juzgarán al pueblo en todo tiempo; y todo asunto grave lo traerán a ti, y ellos juzgarán todo asunto pequeño. Así aliviaras la carga de sobre ti, y la llevarán ellos contigo. Si esto hicieres, y Dios te lo mandare, tú podrás sostenerte, y también todo este pueblo irá en paz a su lugar (Ex. 18:19- 23).

Este fue el consejo de Jetro, el suegro de Moisés, cuando vio la fila de gente al frente de la tienda de Moisés, todos esperando la justicia. En ese momento en la historia de Israel, Dios les dio a ellos directamente justicia perfecta, pero todo el mundo no tuvo acceso a ella. Tuvieron que esperar en largas filas para obtenerla. Moisés se fatigó, y la gente se fatigó esperando el juicio.

La Biblia no es un documento perfeccionista.

Aunque dispone una regla fija de perfección humana (Gen. 17:1; 1 Ki. 8:61; Mat. 5:48) —una regla fija alcanzada sólo por Jesucristo (Mat. 3:17; Rom. 3:23; 2 Cor. 5:21) —sin embargo reconoce en su propio código de leyes que la administración de un sistema perfecto de leyes diseñado por Dios tiene que ser entendido como falible, limitado, y manchado por el pecado. Como este pasaje demuestra ampliamente, la Biblia es hostil hacia los humanistas que buscan la justicia perfecta en la tierra. Eventualmente la justicia será perfectamente administrada por Dios en el día del juicio.

Bajo la autoridad de Moisés, la revelación de Dios fue inmediatamente disponible en cualquier caso. Pero Moisés no tenía suficiente tiempo disponible para oír cada caso de disputa legal en el campamento. La justicia perfecta estaba limitada por el tiempo y el espacio. Los hombres tuvieron que venir a la tienda de Moisés y esperar en (presumiblemente) largas filas (Ex. 18:14). La búsqueda de la justicia terrenal perfecta de Dios por su siervo Moisés tomó horas innumerables. No sólo el tiempo de Moisés era limitado, pero también lo era el tiempo de los que esperaban en fila.

Cuando la gente está esperando justicia, sus vidas tienden a detenerse. Se convierten en poco productivos. Tienen temor de utilizar sus escasos recursos económicos en sus tareas. Se refrenan, esperando que la justicia civil les resuelva cualquier área de incertidumbre en sus vidas.

Jetro reconoció las limitaciones de un sistema de justicia perfecto, donde la palabra de Dios venía directamente a la gente. Tal sistema no podía funcionar. Era una carga demasiado grande. Era mejor tener un sistema de tribunales de apelaciones juzgado por hombres con discernmiento menos perfecto, pero donde el juicio se hacía rápido. Era mejor obtener la justicia rápidamente y volver a vivir las rutinas normales, que tener la justicia perfecta varios años tarde en el camino de la vida.

¿Quién era capaz de ser juez? Los reglas fijas son semejantes (aunque no tan rigurosos) a las reglas fijas dadas para los ancianos y diáconos en la iglesia (1 Tim. 3): “. . . varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia …” El carácter vale más que el conocimiento técnico de la ley.

Considere los jueces disponibles. Habían crecido como esclavos. La generación completa, menos Josué y Caleb, poseía una mentalidad de esclavos. No obstante, su jerarquía era preferible en la mayoría de los casos al de un sistema que ofrecía justicia perfecta en casos individuales, pero que tuvo que racionar el número de casos.

Conclusión: la justicia previsible y regular proporcionado por novatos serios es mejor que la justicia perfecta dada esporádicamente o al “primero en la fila”. La carga de hacer justicia tiene que ser compartida (v.22). Esto era requerido para permitirle a la gente

aguantar y seguir sus caminos en paz (v.23).

Habían muchos jueces también. Rashi, uno de los rabíes más famoso en la historia judía, calculó que debía haber habido por lo menos 82,000 jueces, o un 15% de la población adulta masculina de 600,000. No eran todos graduados de escuelas de abogacía autorizadas por el estado.

La Estructura Basada en un Pacto del Gobierno Civil

Primero, está una trascendencia I inminencia (presencia). Moisés sirve como representante del pueblo delante de Dios. “Párate delante de Dios por la gente . . .” él no es un representante del pueblo delante del pueblo, sino delante de Dios.

Segundo, Moisés dirige un sistema jerárquico de tribunales de ley. El es la cabeza de una pirámide del tribunal de apelaciones. El es responsable delante de Dios.

Tercero, el habla la ley de Dios. El expone los principios y las metas generales de una sociedad santa. Y tú les enseñarás a ellos los estatutos y las leyes, “y les mostrarás a ellos el camino por donde deben andar, y lo que han de hacer.”

Cuarto, él da juicio, “y todo asunto grave lo traerán a tí . . .” El compara las obres del pueblo con los principios generales de la ley de Dios, y juzga de acuerdo con las responsabilidades de cada individuo.

Quinto, está la continuidad. “Ellos juzgarán al pueblo en todo tiempo.” A través del tiempo, este sistema permite a los hombres buscar continuamente la justicia. Nunca debe haber un período en que no se imponga la ley de Dios. “Si esto hicieres, y Dios te lo mandare, tú podrás sostenerte, y también todo este pueblo irá en paz a su lugar.”

La Versión de Satanás

Satanás ofrece su versión del pacto civil. Es semejante a la de Dios, pero es éticamente opuesta.

Primero, no hay verdadera trascendencia ni presencia. El representante del pueblo representa algo diferente que a Dios: el partido, la voluntad colectiva de la gente, las fuerzas de la historia, la Volk, la nación, el espíritu de la época, etc. Pero no representa a un Dios soberano ante la gente, ni a la gente delante de un Dios soberano.

Segundo, está la jerarquía. Se establece un orden burocrático organizado de arriba hacia abajo. No es un sistema de tribunales de apelaciones organizado de abajo hacia arriba, con un alto grado de iniciativa personal, responsabilidad, y libertad en las escalas más bajos. El énfasis está en la omnisciencia del estado, la planificación computarizada, las estadísticas enormes, y la administración central de todo en la vida.

Tercero, hay leyes —millares de leyes. Estas leyes son tan numerosas y tan complejas que solo los burócratas que dedican sus vidas para conocerlas, y los abogados que cobran por interpretarlas, las pueden entender. Esto lleva al elitismo. También, se enmienda y corrige estas leyes constantemente. Es la justicia evolutiva en un mundo de principios cambiantes.

Cuarto, existe el juicio. El estado posee los poderes casi ilimitados de ejecutar el juicio. Un ejército cada vez más grande de verdugos dan juicios arbitrarios que aumentan el poder del estado.

Quinto, se intenta una continuidad a través de impuestos y confiscación. Al aumentar los impuestos se debilitan todas las otras instituciones y refuerzan la mano del estado. Pero hoy día el pueblo de Dios no parece entender el alcance de su esclavitud.

El Derecho de Apelación

En la Biblia, el derecho de apelar fue limitado a los “asuntos serios.” Los casos que afectaban los principios fundamentales, y los que probablemente tendrían repercusiones importantes en toda la sociedad, eran los que pasaban arriba por la vía jerárguica de apelación judicial. Para limitar el número de casos que se le mandaban a Moisés para obtener una decisión final, los jueces en cada nivel debían de tener el derecho de rehusar a volver a considerar el juicio de un tribunal inferior. Si el juez no creía que la decisión del tribunal inferior era incorrecta, y si el tribunal superior decidía que el caso era relativamente de poca importancia como un precedente para la sociedad en general, se quedaba resuelto el caso. El acceso al consejo supremo de Moisés era restringido a casos graves, y esto requería que fueran repasados primeramente por los tribunales inferiores. Jetro entendió que las limitaciones en el tiempo de Moisés paralizaban el sistema de justicia. Obviamente, si cada caso que los tribunales inferiores consideraban finalmente terminaba en frente de Moisés, la jerarquía de tribunales no habría prestado descanso para Moisés. El proceso de selección del sistema de tribunales fue fundamental para su éxito. Este significó que la mayoría de los litigantes tenían que conformarse con tener algo menos que una justicia perfecta.

Jetro entendió que ese pleito interminable amenazaba la supervivencia del sistema de justicia. Los que perdían en un caso claramente tenían un incentivo para apelar, si la posibilidad de revocar la decisión del juez inferior ofrecía alguna esperanza. Así debe que haber prudencia por parte de los jueces en los tribunales superiores de abtenerse de revocar constantemente las decisiones de los tribunales inferiores. Además, una sociedad compuesta de gente que va siempre al tribunal el uno contra el otro sufrirá de tribunales atascados y de justicia retardada. Una sociedad, en resumen, que no es gobernada por gente que se refrenan a sí mismos, y que no dispone otro medio de resolver disputas además del gobierno civil —los tribunales de la iglesia, paneles de arbitraje, juntas de mediación, los tribunales de la industria, etc. —se encontrará a sí misma paralizada.

El Decaimiento del Sistema de Tribunales en los EE.UU.

Macklin Fleming es un juez de la Corte de Apelaciones de California. Su libro, El Precio de la Justicia Perfecta (Basic Books, 1974), documenta la parálisis creciente del sistema legal en los Estados Unidos. Es esta búsqueda hacia la perfección terrenal —una búsqueda mesiánica de imitar a Dios —lo que ha sido la ruina del sistema legal en los EE.UU.

El combustible que alimenta la maquinaria legal moderna es el ideal de perfección —el concepto de que con el gasto de suficiente tiempo, paciencia, energía, y dinero es posible lograr finalmente la justicia perfecta en todo proceso legal. Este ideal tiene veinte años de dominar el pensamiento legal, y el ideal se ha traducido extensamente en la actuación judicial. Pero una mirada a casi cualquier área específica del proceso judicial revelará que el ideal noble ha criado resultados consistentemente que sólo se pueden describir como pandemoníacos. Por ejemplo, en el enjuiciamiento de criminales encontramos que la selección del jurado demora hasta cinco meses; el mismo cargo de asesinato es juzgado cinco veces; los mismos casos de allana miento se revisan una que otra vez, concebiblemente hasta veintiséis veces; enjuiciamientos que están pendientes por una década o más; un acusado que evada rutinariamente acusaciones hace que la maquinaria legal sea el objeto de enjuiciamiento en vez de su propia conducta.

¿Dónde han fallado los tribunales humanistas seculares modernos? Fleming cita la regla del señor Macauley: el gobierno que se esfuerza más de lo que debería, al fin y al cabo hace menos de lo que debiera. La ley humana tiene sus límites. Los tribunales humanos los tienen también.

La ley no puede ser infinitamente justa e infinitamente misericordiosa; tampoco puede lograr tanto una forma perfecta como una substancia perfecta. Estas limitaciones se entendieron bien en el pasado. Pero los teóricos legales dominantes hoy día, impacientes con metas selectivas, con objetivos limitados, y con errores humanos, se han embarcado en una búsqueda de la perfección en todos los aspectos del orden social, y, en particular, la perfección en el procedimiento legal.

Los requisitos de la perfección legal, dice Fleming, implican las siguientes condiciones hipotéticas siguientes: tribunales competentes y totalmente imparciales, tiempo ilimitado para la defensa, objetividad total, familiaridad total con la ley, la abolición del error tocante al procedimiento, y la negación del uso de informantes de mala reputación, a pesar de la realidad, como él señala, que “la protección más fuerte contra el crimen organizado se apoya en el hecho de que los ladrones se traicionan los unos a los otros.” Los defensores de la justicia sin pensar en los costos han adoptado el lema, “Mejor liberar a cien hombres culpables que condenar a un solo hombre inocente.” ¿Pero cuál es el costo para las víctimas futuras de los cien hombres culpables? Los perfeccionistas legales rehúsan contar los costos de su universo hipotético.

El sistema entero aplaza: los jueces, los aboga dos de defensa, los fiscales, los tribunales de apelaciones, y aún el cuerpo taquigráfico. La justicia rápida no es una realidad ahora. Los presos apelan constantemente a tribunales federales a base de habeas corpus: la detención ilegal a causa de un acto inconstitucional por parte de alguien. En 1940, 89 presos condenados en tribunales del estado hicieron tal apelación. En 1970, la cantidad fue

12,000. Por eso Fleming saca esta conclusión:

La consecuencia de esta expansión del poder federal sobre el procedimiento del tribunal penal del estado por medio de la creación de prohibiciones artificiales y órdenes rígidamente ritualistas ha sido la elevación del protocolo al derecho constitucional, para complicar cada aspecto significativo del procedimiento del tribunal penal hasta el punto que en algunos casos el sistema de derecho criminal tiene dificultad en funcionar y en otros libra a personas que patentemente son culpables.

La Salvación por la Ley

La búsqueda de la justicia perfecta lleva inevitablemente a la jurisprudencia arbitraria y la desobediencia pública. José en la cárcel del Faraón, Daniel en el foso de los leones, y Jesús en la cruz testifican de las imperfecciones de los tribunales humanos de ley. No obstante, los hombres santos pueden vivir con la justicia imperfecta, así como viven con las imperfecciones en cada otra esfera de la vida humana, porque saben que la justicia perfecta sí existe y se manifestará en el día del juicio.

La vida es demasiado corta para demandar la justicia perfecta en la tierra; es mucho mejor tener la justicia rápida transmitida por novatos santos que soportar los tribunales atascados del humanismo mesiánico. No necesitamos retorcer las manos en desesperación a causa que los tribunales de los hombres, en el tiempo y en la tierra, fallen en cumplir los principios de la perfección que reinará supremos en el tribunal de Dios. Nosotros no somos salvos ni por el espíritu perfecto de la ley ni por la letra perfecta de la ley. Seguramente no somos salvos por imitaciones imperfectas del espíritu y la letra de la ley. La ley no nos salva.

La salvación por la ley es una herejía antigua, y lleva al triunfo de la teología del estado. El cristianismo está en oposición total a esta doctrina. Como Rushdoony escribe en su libro, La Política de la Culpa y Lástima (Craig Press, 1970):

La realidad del hombre aparte de Cristo es culpa y masoquismo. Y la culpa y el masoquismo implican una esclavitud interior inquebrantable que gobierna la vida total del no-cristiano. La política anti-cristiana será ineludiblemente una política de la culpa. En la política de culpa, se vacía perpetuamente del hombre su energía social y actividad cultural a causa de su sentido predominante de culpabilidad y su actividad masoquista. El demandará cada vez más una mano redentora del estado. Lo que él no puede hacer personalmente, en otras palabras, para salvarse, demanda que el estado lo haga por él, para que el estado, como hombre agrandado, llegue a ser el salvador humano del hombre. La política de culpa, por lo tanto, no se dirige, como la política cristiana de libertad, a la creación de la justicia y el orden basada en Dios, sino a la creación de un orden redentor, un estado salvador.

La jurisprudencia cristiana no puede adoptar una doctrina del estado salvador y permanecer ortodoxa. La adopción de tal concepto del estado en el siglo veinte testifica hasta qué punto el mundo moderno ha abandonado la ortodoxia cristiana.

Atascando al Sistema

Uno de los aspectos más importantes de cualquier orden legal es la disposición de los ciudadanos de una sociedad a refrenarse a sí mismos. Esto significa que los hombres tienen que acentuar el gobierno propio y y también ganar acceso a los otros sistemas de tribunales que sirven al gobierno civil. Esta fue una característica básica de la tradición legal occidental después de mediados del siglo doce, aunque desde la Primera Guerra Mundial, la ascensión de estados administrativos socialistas ha comenzado a destruir esta tradición, según el profesor Harold Berman de Harvard en su libro importante, Ley y Revolución (Harvard University Press, 1983). El dice que este fenómeno actualmente amenaza la supervivencia de la libertad en el occidente.

El gobierno propio no es un recurso a precio cero. El énfasis en la Biblia de criar a los niños en los detalles de la ley bíblica tiene que entenderse como un requisito de los ciudadanos para prestar los gastos generales para la civilización: el respeto de la ley y por lo tanto el dominio de sí. Otro aspecto del respeto del público para la ley civil es el dominio propio de los oficiales de los organismos estatales para no recargarla la sociedad con una estructura masiva, ininteligible de la ley administrativa.

Cuando la ley civil interviene en cada aspecto de la vida diaria de los hombres, el estado pierde un subsidio muy importante del público, a saber, el consentimiento de los hombres para someterse voluntariamente a la ley civil. Cualquier estructura legal es vulnerable al atraso deliberado del público.

Si los hombres rehúsan someterse a los reglamentos que el sistema legal no puede hacer cumplir, cada uno, entonces ese sistema se destruirá. Tribunales atascados paralizará al sistema. Este es un fenómeno común en los Estados Unidos en las décadas finales del siglo veinte.

Es posible derrotar cualquier sistema legal simplemente por aprovechar cada avenida legal de demora. Cualquier sistema administrativo tiene reglas procesales; al seguir estas reglas tan de cerca que el litigio por parte de las autoridades llegue a ser desesperadamente atascada en trámites burocráticos (detalles procesales), los que protestan pueden paralizar el sistema. Demasiadas leyes pueden producir desorden. Los tribunales no pueden imponer

más su voluntad sobre los ciudadanos. Al mismo tiempo las agencias administrativas pueden destruir al ciudadano, sabiendo que los ciudadanos tienen que esperar demasiado para recibir justicia de los tribunales. El resultado es una combinación de anarquía y tiranía: la herencia antinomiana.

Reconociendo Nuestras Limitaciones

Lo que podemos y debemos esforzarnos para lograr es ajustar nuestros códigos de ley humana a los requisitos explícitos de los Diez Mandamientos y la jurisprudencia de la ley bíblica. La respuesta a nuestra crisis legal no se puede encontrar en la perfección hipotética de la ley con las formalidades, ni se puede encontrar en la perfección hipotética de la justicia sustantiva (ética). Los jueces se equivocan, pero estos errores pueden aminorarse al colocarlos dentro de la contextura de la ley bíblica. Antes de que Dios le diera a la nación de Israel un sistema completo de la ley, Jetro dio a Israel un sistema completo de tribunales descentralizados. Por haber admitido la imposibilidad de la meta de la justicia perfecta en la tierra, Moisés hizo posible la administración de la ley revelada pero imperfectamente aplicada: perfecta en principio, pero inevitablemente defectuosa en su aplicación. La meta mesiánica de un orden perfecto de la ley, en el tiempo y en la tierra, fue negada a Moisés y a sus sucesores.

Uno de los fracasos más obvios de la estructura social administrativa moderna del gobierno civil es su búsqueda de la justicia perfecta y el control perfecto sobre los detalles de la vida económica. La afirmación implícita de la omnisciencia de parte de los planificadores centrales es económicamente fatal. El resultado de tal afirmación es un aumento de regulaciones, y un aumento de confusión tanto entre los gobernantes como los gobernados, y una falta creciente de respeto hacia la ley civil. La productividad del Occidente no se puede sostener frente tal crecimiento exponencial del poder central. Es sólo por causa que las leyes no son consistentes, ni universalmente impuesta, ni obedecidas, que el estado moderno mesiánico ha sobrevivido. El precio de la justicia humana perfecta es demasiado alto para que los esfuerzos del hombre la alcancen.

El Robo por la Urna Electoral

La Biblia dice que es inmoral codiciar los bienes del prójimo (Ex. 20:17). Pero las sociedades socialistas modernas legislan la codicia, la promueven, y sobreviven conforme a ella. Le enseñan a la gente que el mandamiento en contra del robo debe leer, “No robes, a menos que sea por el voto de la mayoría.” Este es el corazón y el alma de la teología de la liberación del marxismo.

El mandamiento en contra de la codicia se refiere a un individuo que mira anhelosamente a la propiedad de su prójimo. El comienzo de la codicia claramente se encuentra en el corazón humano. Los hombres quieren los bienes que no han ganado ni heredado. No es posible que su relación con su prójimo sea conforme a la ley de Dios cuando tales sentimientos están presentes en sus corazones. El hecho de que un hombre posea los bienes que son confiscables a los ojos de su prójimo arruinará la relación de ellos. El hombre codicioso ve al posee dor como un dueño ilegítimo, alguien que no tiene ningún derecho bajo Dios para mantener el control sobre sus posesiones.

El mandamiento tiene consecuencias más allá del vecindario local. Cuando la codicia llega a ser general, el próximo paso es la coerción política. El uso mismo de la palabra, “codiciar”, implica violencia. El hombre codicioso no limitará su intento de ganar el control de la propiedad de otro hombre sólo por una oferta de comprarla. Como Acab, que se propuso ganar el control de la viña de Nabot cuando Nabot rehusó venderla, el hombre codicioso busca obligar a su prójimo. Cuando no se puede hacer esto con el permiso tácito de la policía —la opresión total o el robo abierto —entonces el hombre trata de ganar control del gobierno civil.

Los hombres codiciosos pueden juntarse y mover al gobierno civil a adoptar políticas de redistribución de la riqueza. El monopolio de la violencia legal que posee el gobierno civil puede dirigirse entonces en contra de los dueños de la propiedad. Los que están dentro del gobierno civil pueden ganar el control sobre los bienes de la gente. Entonces ellos pueden usar estos bienes personalmente, o dentro de una agencia de gobierno, o distribuirlos a grupos políticos de interés especial. La codicia política es una manifestación del deseo desenfrenado y la amenaza de la violencia.

Cuando el gobierno civil llega a ser un instrumento de la codicia, su monopolio de violencia aumenta el peligro del robo. Se adopta un nuevo mandamiento: “No codicies, a menos que sea por el voto de la mayoría” ¿Qué ciudadano particular puede defender efectivamente su propiedad en contra de los magistrados injustos? Nabot murió en su esfuerzo por mantener lo que fue suyo por la ley —la ley de Dios.

Tal abuso del gobierno civil es doblemente malo. Primero, viola el principio de la mayordomía responsable. Segundo, abusa el cargo del magistrado. La expansión de la codicia no puede ser refrenada por el magistrado cuando la estructura del gobierno civil es influenciada profundamente por la codicia política. La vieja advertencia en contra de poner a los zorros a cargo del gallinero es exacta: cuando el estado llega a ser el agente de la codicia creciente, la sociedad entera es amenazada. Olas de lucha por el poder resultan, porque cada grupo de interés especial reconoce que tiene que ganar el control de la agencia principal de redistribución de la riqueza. Cuanto más se le ofrece poder a los dirigentes por medio de los mecanismos coercivos del estado, más feroz es la lucha para ganar acceso a las sillas del poder.

La persona codiciosa resiente su propia situación en la vida. Otra persona posee lo que él quiere. El no está satisfecho con el papel que tiene que jugar en el plan de Dios a través de los siglos. Este resentimiento de uno en contra de su situación en la vida es condenado por Pablo, (1 Cor. 7:21- 22). Una persona desea la buena apariencia del otro, su prestigio, o sus posesiones materiales. El se siente impedido por sus propias limitaciones, y por lo tanto impedido por su ambiente. Dios ha impedido su avance personal, dice el hombre codicioso. La Biblia enseña que la otra persona está alcanzando su salvación o condenación delante de Dios. Su propiedad tiene que ser respetada. No obstante, el hombre codicioso piensa que puede apropiarse de los frutos del trabajo de otro hombre, como si esos frutos no fueran relacionados con la responsabilidad personal de ese hombre delante de Dios como mayordomo.

El Totalitarismo contra el Diezmo

Las sociedades totalitarias surgen por causa del intento de los planificadores socialistas de formar la economía en un sistema centralmente dirigido. Nada debe desviarse del plan económico central, siendo que la libertad humana desbaratará cualquier plan de este tipo. Así, el poder para redistribuir la riqueza en conformidad con algún programa preconcebido del estado finalmente destruye la libertad humana y por lo tanto impide el deber de actuar como un mayordomo al servicio de Dios. La codicia, una vez legislada, llega a ser una base principal del totalitarismo.

El gobierno civil debe ser refrenado por la ley bíblica. La advertencia de Samuel contra el estable cimiento de un reinado humano es una declaración clásica de lo que implican los reinos terrenales. El rey reclutará a los hijos para servir en sus fuerzas armadas. Reclutará a las hijas para servir de cocine ras y reposteras. Confiscará la mejor tierra agrícola. Impondrá un diezmo sobre los rebaños. En resumen, el rey coleccionará un diezmo para sí mismo (1 Sam. 8:11-19). El estado hebreo, Samuel prometió, será una carga tan grande para ellos que clamarán a Dios para que los libere, pero El no lo hará (v.18). Por negar a Dios y Su ley-orden, los hebreos se sometieron a la soberanía del hombre, y esta soberanía se centralizó en el gobierno civil. Es un estado no santo que demanda pagos de impuesto tan grandes como el diez por ciento, el diezmo de Dios. Qué peor puede ser un estado que demanda el diezmo de Dios. Tal estado se ha elevado a sí mismo a la posición de un dios. Es un dios falso. Es demoníaco.

Cooperación Social

Cuando los hombres no confían en su prójimo, se hace costoso para ellos cooperar en proyectos que de otro modo les serían mutuamente benéficos para ellos. Vacilan en compartir sus metas, sentimientos y esperanzas económicas los unos con los otros.

Después de todo, si un hombre es conocido por ser económicamente exitoso en una sociedad codiciosa, él enfrenta la amenaza del robo bien sea por individuos o por burócratas. El enfrenta la hostilidad de sus socios. Enfrenta regularmente a los que están resueltos a confiscar lo que él tiene. La respuesta obvia es la de ocultar el éxito a los demás.

Pero esto también significa ocultar las esperanzas económicas. La planificación se hace en secreto. La agencia planificadora de la familia limita sus metas. Disputas entre las familias aumentan debido a que las familias no pueden cooperar fácilmente bajo tales circunstancias. El futuro es sólo un tema de discusión en términos vagos, salvo en la intimidad de concilios de planificación económica familiar. La división del trabajo social se frustra, y la orientación futura de comunidades se reduce drásticamente, debido a que los hombres rehúsan discutir sus planes abiertamente.

Dios prohíbe el robo; la codicia es el deseo interno que lleva al robo o al fraude. Es el deseo maligno que agobia el freno de la ley sobre el pecador, el deseo de poseer la propiedad de otro hombre, sin importar si el otro hombre se beneficia o no de la transacción.

El cambio voluntario le ofrece al otro hombre una oportunidad. Tal vez él no hubiera sabido de la oportunidad. No hubiera sabido del deseo que tenía la persona para desprenderse de algún recurso para obtener lo que él, el dueño, posee. No es inmoral ofrecerle a otra persona una oportunidad, a menos que la oportunidad sea intrinsecamente inmoral (tal como ofrecer comprar los favores de su esposa). La codicia es el deseo ilícito de tomar la propiedad de otro hombre, sea o no que él encuentre la transacción beneficiosa. Cuando la codicia es habitual, los hombres pierden la fe en su prójimo, en la estructura política y social que protege la propiedad privada, y en los beneficios ofrecidos por la división del trabajo. La codicia amenaza la esencia misma de la sociedad.

El décimo mandamiento fue dado para que pudiésemos disfrutar con los frutos de la paz y la cooperación social. Esto es igualmente cierto en los mandamientos anteriores. La ley-orden de la Biblia es un medio de reducir el conflicto y extender la división del trabajo. La mayor eficiencia se hace posible por la división del trabajo. Todo lo que contribuye a la paz social tiende a aumentar la productividad por habitante, y por lo tanto los ingresos por habitante. La gente tiene un incentivo económico para cooperar. La prohibición contra la codicia aumenta la cooperación social por reducir sus costos.

Es significativo que la prohibición comience en la mente del hombre. No hay ninguna manera de imponer algún derecho civil contra los pensamientos, pero la ley de Dios aplica a los pensamientos de los hombres. Puesto que el concepto mismo de la codicia implica la amenaza de la violencia y la opresión, las consecuencias de la codicia pueden controlarse por el derecho civil, asumiendo que el gobierno civil no se haya corrompido por una doctrina de codicia legislada universal. Los costos de vigilar las manifestaciones visibles de la codicia son altos. Por enfocarse en los corazones de los hombres, la Biblia reduce los costos de la ejecución de la ley.

Los hombres deben ser enseñados desde la niñez que la codicia es un pecado contra Dios. La familia debe sufragar los gastos de instrucción (Deut. 6:7). Por hacer a los hombres concientes de la hostilidad de Dios hacia la codicia, los maestros de la ley reducen la necesidad de impuestos pesados, ya sea por la ejecución de la ley en contra de opresores coercí vos visibles, o sea por programas de codicia legislada, por ejemplo, los programas de la “asistencia social.” Por ayudar a aumentar la división del trabajo social, la intemalización de la ley contra la codicia ayuda a aumentar la producción por habitante, y por lo tanto reduce la proporción de ingresos que sostienen la ejecución de la ley. La sociedad es bendecida de dos formas: la disminución del crimen (inclusive el crimen de los programas del estado para la redistribución de la riqueza) y el aumento de la producción por habitante. Al fin y al cabo los hombres terminen con más riqueza después de pagar los impuestos. Aumentan sus oportunidades para actuar responsablemente delante de Dios y los hombres.

Como siempre, un buen gobierno tiene que comenzar siempre con el gobierno propio bajo la ley de Dios.

Resumen

La paz social es la meta —la paz social demandada por el profeta Isaías: “No harán mal ni dañaran en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:9). La base judicial de tal paz es la ley bíblica. Los diez mandamientos sirven de base de la paz social bendita por Dios a largo alcance. Un aspecto importante de la paz social bíblica es la ausencia de la codicia —en los corazones de los hombres, en las relaciones entre los vecinos, y en la legislación de los gobiernos civiles. Donde reina la codicia, no puede haber paz social.

Tampoco puede haber libertad personal.

La teoría marxista que dice que todo progreso viene por la lucha de clases y la violencia revolucionaria, es una teoría nociva. La Biblia enseña que el progreso viene por la extensión de las leyes de Dios en cada área de la vida. La guerra entre el bien y el mal es ética. No es una guerra de clases.

Nuestra meta política debe ser la de crear una organización de derecho civil basada en el pacto, desde un gobierno local hasta un gobierno central sumamente limitado. Este proceso de llevar el gobierno civil bajo la ley de Dios tiene que comenzar con el gobierno propio. Tiene que ser un proceso desde abajo hacia arriba. Cualquier atentado de imponer un sistema de libertad civil bíblica en una sociedad que es satánica o humanista en su esencia religiosa resultará en un fracaso. Nuestra meta es la revolución, pero no una revolución violenta. Nuestra meta es una revolución en las almas de los hombres, pasando de muerte a vida. Nuestras instituciones civiles deben reflejar progresivamente la transición de la muerte a la vida.

En resumen:

1. La Biblia nos enseña que los tribunales humanos jamás pueden proveer la justicia perfecta.

2. La justicia rápida es más importante que la justicia perfecta, aún si la justicia perfecta estuviera disponible.

3. La Biblia recomienda un sistema de tribunales de apelaciones.

4. Los jueces deben ser hombres morales, y no necesariamente técnicos legales,

5. El gobierno civil bíblico tiene la misma estructura de cinco partes como el pacto de Dios.

6. La imitación de Satanás también consiste de cinco partes.

7. Los casos interminables de tribunales amenazan la productividad de la sociedad.

8. Los hombres tienen que estar dispuestos a sufrir pequeñas injusticias por el deber de continuar con la vida.

9. La búsqueda de la justicia perfecta está comenzando a destruir los tribunales modernos.

10. La Biblia rechaza la idea pagana de la salvación por la ley.

11. El estado no es una agencia de salvación.

12. Tanto los ciudadanos como los magistrados civiles han de practicar el dominio propio.

13. Somos criaturas limitadas y tenemos que reconocer esto en nuestras instituciones civiles.

14. No tenemos que usar el estado como una agencia de saqueo.

15. Cuando el estado se convierte en una agencia de saqueo, los hombres malos tratan de capturar al estado.

16. El estado no tiene derecho ni siquiera a tanto como a un diezmo: el diez por ciento de los ingresos.

17. Queremos la cooperación social y la paz.

18. El socialismo reduce la cooperación social y la paz.

19. La meta del cristianismo es la paz social.